Trabajar con niños y niñas, en definitiva, con seres humanos; es una bonita oportunidad de aprendizaje para todos; para las familias, para los educadores y para la sociedad.

Son estos tres agentes los que deben invertir tiempo y recursos en el desarrollo integral del niño, es decir, en su desarrollo motor, físico, afectivo, cognitivo y social.

Crecerán con lo que los adultos cultivemos en ellos, con lo que invirtamos; porque cada niño y niña, nos aprenden, somos sus referentes.

El primer proceso de aprendizaje de cualquier ser humano es la repetición de modelos que observan. Crecerán, tomarán decisiones y cometerán aciertos y errores; siendo nosotros sus modelos, los que explícita o implícitamente les enseñamos. Es por esto, la importancia de ser y mostrar buenos referentes. El cerebro es un órgano social y la imitación es un poderoso motor de aprendizaje, así que ellos nos imitan y responderán como nosotros si les damos las respuestas, es decir, cometerán nuestros mismos errores. Por lo que no es función del adulto dar respuestas, si no ayudarles a hacer buenas preguntas y ayudarles a que busquen soluciones.

A los niños, para poder ayudarlos, comprenderlos y atenderlos hay que parar, agacharnos a su altura y escuchar con sensibilidad, respeto, paciencia, tiempo y cariño. Debemos demostrarles, con actitudes, que somos un pilar firme que les proporciona bienestar físico y emocional.

Debemos estimular sus intereses y curiosidades, acompañarlos durante sus estados de ánimos, dotarles de afecto, comprensión y aceptarlos como un ser humano pleno de derechos, con sus virtudes y sus aspectos a mejorar.

No se nos puede olvidar que también necesitan límites y que estos les aportan seguridad. Límites firmes, aunque no autoritarios.

Queremos y deseamos que crezcan sanos, estables y equilibrados psicológicamente, autónomos, independientes, libres, que sepan vivir en sociedad e incluso que creen una sociedad mejor de la que vivimos, para ello, debemos conocer, nombrar y trabajar la gestión de las emociones. Los niños y niñas, la infancia y la adolescencia agradecen que los adultos aprendamos con ellos, que aprendamos juntos, y que entre todos tengamos esta mentalidad de crecimiento.

Las emociones no son buenas ni malas, hay que vivirlas todas con naturalidad, aceptarlas y aprender a gestionarlas. Nos compete a los adultos acompañar en este proceso, brindar seguridad afectiva, donde se sientan escuchados, comprendidos, aceptados y no juzgados.

Por supuesto, dotarles de herramientas para avanzar y fortalecer su equilibrio e inteligencia emocional.

Ellos y ellas necesitan adultos competentes emocionales, que sepan resolver conflictos desde estilos comunicacionales asertivos, es decir, enseñemos y aprendamos a decir no, sin sentimiento de culpa, todas aquellas veces que su integridad física y emocional esté en peligro y que sepan gestionar sus emociones y sentimientos. Cambiemos nuestro lenguaje, empaticemos y acompañemos valorando lo positivo y reforzándolo.

 

 

Nuestros pequeños niños y nuestros adolescentes necesitan que sus adultos no les resuelvan los problemas, si no que les demos herramientas para hacerlo; necesitan que respetemos sus tiempos, que les animemos a tomar decisiones, que demos libertad, que analicemos juntos las consecuencias de sus decisiones y que juntos construyamos diferentes opciones para que elijan y midan las consecuencias cuando se equivoquen, porque el error es necesario para el aprendizaje y para que reformulen, buscando desde su experiencia y desde su reflexión soluciones más efectivas, pero empoderándoles, haciéndoles autónomos, libres, seres humanos equilibrados, responsables y felices.

Creemos junto a nuestros niños y niñas, con paciencia y tesón, una cultura de aprendizaje continuo, de mentalidad de crecimiento y superación, de compromiso social y medioambiental, de participación ciudadana y bien común, de respeto al prójimo, de aceptación a la diversidad, de resiliencia,  de aprender a respetarse y quererse a uno mismo, de equidad, de justicia social y, a que en definitiva, creen sus propios valores y principios básicos que favorezcan su desarrollo integral, el de la escuela, la familia y la sociedad.

Los adultos, la sociedad, la familia y la escuela somos responsables y tenemos la obligación moral y legal de respetar, atender y acompañar con tacto y sensibilidad la infancia y la adolescencia.

Aprovechemos ahora que tenemos UNA OPORTUNIDAD DE APRENDIZAJE, y, ahora bien, ¿APRENDEMOS JUNTOS?

 

Víctor Miñana

Orientador Colegio Trilema Avenida América

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