En estos primeros meses de curso en los que, inevitablemente, surgen los primeros conflictos en clase, resuenan tres palabras en la cabeza de muchos docentes: gestión de aula.  Hacer visibles los niveles de voz, utilizar programa de economía de fichas o dar refuerzo positivo a través de aplicaciones como Class Dojo… cada maestrillo tiene su librillo y sus estrategias educativas para crear en su aula un entorno favorable para el aprendizaje.

Es sabido que empezar por tener unas normas y consecuencias estipuladas en el aula es más que recomendable. Éstas deben ser consensuadas por los alumnos y el docente y aplicables a ambos (aprenden más de nuestro ejemplo que de nuestras palabras); deben estar visibles en la clase y es deseable que sean explicadas tanto a los alumnos como a las familias. A la hora de formularlas, mejor que sean pocas (4 o 5), formuladas en positivo y con un propósito claro.

Pero, ¿tener unas normas y consecuencias marcadas es suficiente? Hace años leí un libro de Doug Lemov que, sin duda, marcó mi actuación docente y me lleva a responder negativamente a esa pregunta. Teach like a champion habla de varios aspectos más a tener en cuenta a la hora de conseguir un clima de aula deseable, que van desde dar instrucciones claras hasta conocer bien a tus alumnos y tener altas expectativas sobre ellos.

Desafortunadamente, aun haciendo todo lo anterior, nos encontraremos con multitud de situaciones en las que se incumpla lo acordado de una manera u otra, teniendo, entonces, que enfrentarnos al momento de corregir una conducta indeseada. Hay distintas maneras de hacer frente a esta situación, siendo la corrección no invasiva una de las formas más efectivas y el tema en el que nos centraremos en el presente artículo.

Debemos tener en cuenta dos cosas ante un comportamiento disruptivo: siempre es mejor intervenir cuanto antes para evitar que vaya a más, y siempre es mejor hacerlo de forma que no provoque rechazo o enfrentamiento por parte del alumno o alumna. La teoría suena fácil, ¿verdad? Pero, ¿cómo hacemos esto durante una sesión? Algunas pautas que nos pueden servir a los docentes para llevar este tipo de corrección no invasiva pasan por la narración positiva o elogiar en voz alta la persona que está teniendo el comportamiento deseado explicitando qué está haciendo bien (“Me encanta ver cómo este grupo se está turnando para usar el material” );  la corrección anónima (“faltan dos personas por cerrar el libro” en lugar de “Fulanito, cierra el libro”), la auto- interrupción (no avanzar hasta no tener el 100% de la atención) la corrección no verbal (acercarnos físicamente al alumno en cuestión) y la corrección privada individual (aprovechar o crear un momento en el que el resto de la clase trabaja para amonestar al disruptivo).

Aplicar consecuencias es todo un arte y es imposible generalizar, aunque estas tres pautas pueden resultarnos muy útiles a la hora de saber cuándo aplicarlas. Aplícalas siempre que el comportamiento disruptivo:
– sea repetitivo y persistente.
– interrumpa el aprendizaje de sus compañeros
– desafíe tu autoridad

En cualquier caso, la intervención del docente a la hora de corregir un comportamiento inadecuado siempre debe describir el comportamiento esperado, haciendo uso de la economía del lenguaje y siendo emocionalmente estable.

Para acabar, y como bien sabemos los que estamos en las aulas, no hay recetas exactas que funcionen sin excepción en esta labor de guiar el proceso de aprendizaje, y lo importante es, como siempre, coger lo que a cada uno de nosotros nos sirva para propiciar que nuestros alumnos se conozcan y den lo mejor de sí mismos disfrutando del maravilloso proceso de aprender.

María Román Hernández

Tutora de 2º EP y Formadora de la Fundación Trilema

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